Lágrimas teñidas de negro resbalan por mejillas blancas como el talco.
El rímel corrido. Las medias con carreras y el alma rota. Dolor irradiaba su cuerpo.
Pérdida se mira al espejo esperando encontrar una sonrisa calmada. El carmín de sus labios mojados ni tiene intención de curvar una sonrisa.
Las piernas le tiemblan. Sus fuerzas se agotan. Pronto caerá de rodillas frente a su reflejo si nadie la salva. ¿Pero quién puede salvarla en una casa oscura, solitaria y llena de rencor?
El espejo la mira. ¡Vaya ojitos tristes tiene la niña morena! Su conciencia intranquila la da ánimos.

Ya no soy su niña morena. Ya no quiero falsos besos que me hagan llorar. Ya no tengo fuerzas para cambiarme, pero tengo que resurgir, como las cenizas del ave fénix.