Quisimos querernos y acabamos dándonos voces antes de decir adiós.
Ya sabíamos que nada era perfecto y que la eternidad es para gente con fe. Esa fe que perdimos en la segunda copa, cuando tus carcajadas se ahogaban en aquel bar. Salir, beber y reír y después acabar la noche subiendo por tu cintura, acariciarte la espalda, desgastarte los labios ...Las malas miradas y las mentiras nos hicieron distintos. Y al final con un grito decidimos que se acabó.